Asociación entre la presión arterial, los fármacos antihipertensivos y la esclerosis lateral amiotrófica
Ref.: 10.1055/s-0045-1804922
La esclerosis lateral amiotrófica (ELA) es una enfermedad neurodegenerativa devastadora sin cura. Con el avance de la edad, la incidencia de la ELA aumenta, con un pico notable entre los 60 y 79 años. Curiosamente, en este mismo rango de edad, también se observa un incremento en la hipertensión arterial. Esta coincidencia ha hecho que los autores se planteen la existencia una relación entre la presión arterial, los medicamentos que la controlan y el riesgo de desarrollar ELA o su progresión.
Estudios anteriores han arrojado resultados contradictorios; sugiriendo que la hipertensión podría ser un factor de riesgo o protector para la ELA. Similar incertidumbre rodea el impacto de los medicamentos para la presión arterial. Estas inconsistencias se deben a menudo a desafíos en la investigación, como las limitaciones en el tamaño de las muestras y la presencia de otros factores que pueden confundir los resultados.
Los autores utilizaron una metodología innovadora: la aleatorización mendeliana (MR). Esta técnica aprovecha las variaciones genéticas naturales para simular un ensayo clínico aleatorizado, permitiendo evaluar las relaciones de causa y efecto con una solidez mucho mayor que los estudios observacionales tradicionales. Con ella, buscan pistas en nuestro ADN para entender si la presión arterial o ciertos medicamentos tienen un impacto directo en el riesgo de ELA.
Se utilizaron datos de un estudio de asociación de genoma completo (GWAS) de presión arterial con 757.601 individuos de ascendencia europea para la exposición y un conjunto de 27.205 casos de ELA y 110.881 controles de ascendencia europea para el resultado, obtenidos del consorcio Project Mine. Los investigadores examinaron la relación entre la presión arterial sistólica (PAS) y la diastólica (PAD) y la ELA, así como el impacto de cinco clases comunes de medicamentos antihipertensivos.
El estudio encontró evidencia genética sólida que sugiere que un aumento en la presión arterial sistólica (“la máxima”) podría elevar el riesgo de ELA. Específicamente, por cada aumento de 10 mmHg en la presión sistólica, el riesgo de ELA podría incrementarse ligeramente (0.3%). Los investigadores sugieren que una presión sistólica elevada podría afectar el flujo sanguíneo al cerebro, acelerando el daño neuronal. Sin embargo, se necesita más investigación para comprender completamente este mecanismo. Sorprendentemente, los resultados indicaron que los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA), una clase común de medicamentos para la presión arterial, podrían ofrecer un efecto protector contra la ELA. La investigación sugiere que el efecto protector de los IECA podría ir más allá de su capacidad para reducir la presión arterial. Podrían influir en el sistema renina-angiotensina del cerebro, el cual juega un papel en la función cerebral y ciertas enfermedades neurodegenerativas. Se ha observado que los IECA reducen la neuroinflamación y el estrés oxidativo, ambos factores clave en la patología de la ELA.
No se encontró una relación causal clara entre la presión arterial diastólica (“la mínima”) o las otras clases de medicamentos antihipertensivos y el riesgo de ELA.
Aunque estos hallazgos son alentadores, es crucial mantener una perspectiva realista. La aleatorización mendeliana es una herramienta poderosa, pero no puede establecer una causalidad definitiva por sí sola, y los resultados reflejan asociaciones más que efectos causales directos. Siempre existe la posibilidad de factores no medidos o complejos efectos genéticos que podrían influir en los resultados. Además, el estudio se basó principalmente en datos de poblaciones de ascendencia europea, lo que limita su generalización a otros grupos étnicos.
Los IECA, al ser medicamentos ya existentes y con un perfil de seguridad conocido, podrían acelerar el camino hacia ensayos clínicos que exploren su potencial terapéutico directo en pacientes con ELA. Este es un paso más en el camino para comprender esta compleja enfermedad y, con suerte, ofrecer nuevas estrategias.