Demasiada poca o demasiada actividad física puede acortar la supervivencia
La actividad física relacionada con el trabajo y el ocio durante toda la vida no es un factor de riesgo para la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), pero la actividad física intensa en el trabajo se asocia con un riesgo casi dos veces mayor de padecer EL

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https://n.neurology.org/content/early/2021/10/20/WNL.0000000000012829
La actividad física relacionada con el trabajo y el ocio durante toda la vida no es un factor de riesgo
para la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), pero la actividad física intensa en el trabajo se asocia con
un riesgo casi dos veces mayor de padecer ELA, según muestra este estudio alemán.
Además, los pacientes con ELA que informaron un diagnóstico previo y una actividad física
moderada actual mostraron una mejor supervivencia, mientras que tanto la inactividad como la
actividad regular y vigorosa se relacionaron con tiempos de supervivencia más cortos, lo que sugiere
que la intensidad de la actividad física influye en el curso de la enfermedad.
La buena noticia es que estos resultados brindan más evidencia de que la actividad física realizada
fuera del horario de trabajo, como caminar y montar en bicicleta, no parece ser un factor de riesgo
para la ELA.
Sin embargo, los investigadores han encontrado un mayor riesgo cuando se realiza una actividad
física intensa producida durante las horas de trabajo, por ejemplo, en ocupaciones como granjero,
trabajador siderúrgico o albañil.
Si bien no se ha probado que este tipo de actividad física sea una causa de ELA, la asociación podría
deberse a movimientos repetitivos en el trabajo o a otros factores como la exposición a sustancias
químicas o la contaminación.
Si el ejercicio vigoroso y regular es un factor de riesgo ambiental de padecer ELA ha sido un tema de
debate entre los científicos durante mucho tiempo.
Se sabe que los atletas profesionales suelen desarrollan ELA a un ritmo mayor y a una edad más
temprana que la población en general, y que el ejercicio vigoroso puede aumentar el estrés
oxidativo y la toxicidad neuronal, características de las enfermedades neurodegenerativas.
El estrés oxidativo se refiere al daño celular asociado con un desequilibrio entre los niveles de
moléculas reactivas y la producción de antioxidantes por parte de las células para neutralizarlas.
Sin embargo, los estudios que evalúan el historial de ejercicio en pacientes con ELA muestran
resultados contradictorios, principalmente debido a las diferencias en la forma en que cuantifican el
ejercicio, la duración, el tipo de ejercicio y el uso de cuestionarios completados por el paciente de
manera inexacta con ejercicios pasados.
Por todo ello, investigadores de la Universidad de Ulm en Alemania se han propuesto arrojar luz
sobre este vínculo potencial al evaluar la actividad física total de por vida, así como la actividad física
durante el tiempo libre y en el trabajo, tanto en pacientes con ELA como en personas sanas
(utilizadas como controles).
También han investigado si el diagnóstico previo y la actividad física actual influyeron en el curso de
la enfermedad.
En el estudio participaron 393 personas diagnosticadas recientemente con ELA, y que participaban
en el Registro de ELA en Swabia, en el sur de Alemania, y 791 personas sanas de la misma edad y
sexo.
Los participantes completaron un cuestionario en el que se les pidió que estimaran la cantidad e
intensidad de actividad física tanto en el trabajo como en el tiempo libre a los 20, 30, 40, 50 y 60
años de edad. La actividad física se dividió en actividad ligera, que incluía caminar y andar en
bicicleta, y actividad intensa y sudorosa, que incluía deportes o trabajo físico intenso.
Puntuación con MET
Las puntuaciones del cuestionario se expresaron en equivalentes metabólicos (MET), una medida
validada de la práctica deportiva que cuantifica el gasto energético. Considera cada actividad como
la cantidad de calorías gastadas por peso corporal por hora.
Por cada hora de actividad ligera, los investigadores asignaron tres MET, mientras que cada hora de
actividad intensa correspondió a ocho MET.
Los resultados mostraron que la actividad física total hasta cinco años antes del cuestionario no se
asoció significativamente con el desarrollo de ELA, ya que tanto las personas con y sin la enfermedad
mostraron una media de 17-18 MET a la semana durante sus vidas.
En particular, en comparación con las personas sanas, los pacientes con ELA reportaron menos
actividad física en la actualidad y hasta cinco años antes del cuestionario, lo que sugiere que la
enfermedad neuromuscular puede comenzar años antes de que aparezcan los síntomas.
Además, una proporción significativamente mayor de pacientes con ELA informaron trabajos que
implicaban actividad física intensa, en comparación con los controles (22% frente a 13%), lo que
refleja un vínculo entre la actividad intensa en el trabajo y un riesgo casi dos veces mayor de padecer
ELA.
Las personas que informaron actividad ligera en el trabajo no mostraron un mayor riesgo de ELA.
Se obtuvieron resultados similares después de ajustar por factores de influencia potenciales, como la
edad, el sexo y el tabaquismo, fortaleciendo aún más estos hallazgos que pueden reflejar
exposiciones a otros factores asociados con el trabajo.
Los investigadores enfatizaron, sin embargo, que, dada la rareza de la ELA, las personas con trabajos
que implican una actividad física intensa todavía tienen un riesgo bajo de desarrollar la enfermedad.
Además, los investigadores encontraron que la actividad física actual y previa al diagnóstico se
asoció con la supervivencia, y los pacientes inactivos y aquellos con los niveles de actividad más altos
mostraron la supervivencia más corta.
Los niveles más altos de actividad correspondieron a 25 MET por semana, lo que equivale a montar
en bicicleta o caminar unas cinco horas por semana.
En particular, los pacientes inactivos vivieron una media de 15,4 meses después del diagnóstico,
mientras que los hiperactivos vivieron 19,3 meses. La mejor mediana de supervivencia (29,8 meses)
se observó entre los pacientes que informaron actividad moderada (10,5 MET/semana, el
equivalente a andar en bicicleta o caminar durante dos horas a la semana) después de ajustar los
posibles factores de influencia.
Estos hallazgos sugieren que la intensidad de la actividad física puede ser un factor modificador de la
enfermedad con un resultado desfavorable en el comportamiento sedentario e hiperactivo.
Si bien se ha visto que los niveles de actividad más altos pueden afectar negativamente a las tasas de
supervivencia en las personas recién diagnosticadas con ELA, lo que puede llevar a que no realicen
ninguna actividad, los investigadores lanzan el mensaje de que el ejercicio moderado sigue siendo
mejor, incluso después de la aparición de los síntomas de la enfermedad.