Sexualidad, el otro tabú de las personas con discapacidad

Sexualidad, el otro tabú de las personas con discapacidad
Medio: La Opinión de Zamora
Noticia de Rafa Sardiña
https://sid-inico.usal.es/noticias/sexualidad-el-otro-tabu-de-las-personas-con-discapacidad/
Salas Campos T: Cambios en las relaciones sexuales, abordaje al final de la vida en la ELA. En:
Enfermería en Cuidados Paliativos y al final de la vida. Martínez Cruz B y cols. (ed.) Elsevier
(pub) 2012, pg. 183-138 (ISBN: 978-84-8086-754-2).
La sexualidad es un aspecto central en nuestras vidas. Es un hecho que nos iguala porque
todos somos seres sexuados por naturaleza.
Pero no es únicamente tener relaciones sexuales: abarca desde la capacidad de crear vínculos
con otras personas, la orientación sexual, la identidad o expresión de género a la relación con
el erotismo. Y todo esto se expresa en forma de pensamientos, fantasías, deseos, prácticas
sexuales…
Sin embargo, tendemos a pensar que hay personas con determinadas características que no
tienen ese deseo. Hablamos, sobre todo, de las personas con discapacidad. Según los últimos
datos de la ONU, más de 500 millones de personas en el mundo tienen algún tipo de
discapacidad.
“La sexualidad se vive con menos información, menos desarrollo social, menos intimidad, más
sobreprotección y más mitos”, explica a este portal Anabel Chacón, Educadora Social
especialista en Tratamiento Educativo de la Diversidad.
En el libro Enfermería en Cuidados Paliativos y al final de la vida, se indica que:
El saber sexual debería formar parte de nuestra cultura general. Y con mayor razón cuando
hablamos de la sexualidad en pacientes con enfermedad avanzada o en su fase final, ya que
estaremos desafiando creencias, cuestionando dogmas establecidos y nos permitirá luchar
frente a las inequidades sexuales en defensa de la universalidad de los derechos sexuales de
todas las personas.
Para entender la complejidad de los problemas sexuales en pacientes con enfermedades en
fase avanzada, hay que entender primeramente qué significa sexualidad. Ésta alude a una
dimensión fundamental del ser humano. Basada en el sexo, incluye el género, las identidades
de sexo y género, la orientación sexual, el erotismo, la vinculación afectiva y el amor, y la
reproducción. Se experimenta o se expresa en forma de pensamientos, fantasías, deseos,
creencias, actitudes, valores, actividades, prácticas, roles y relaciones.
No hay distintos tipos de sexualidad; la sexualidad es una, la diferencia está en las prácticas
relacionadas con las posibilidades físicas y psíquicas de cada sujeto.
Los seres humanos viven su sexualidad en función de una serie de condicionamientos
culturales, religiosos, sociales que hacen que, en muchos casos, se viva la sexualidad con culpa,
miedo o tabúes. Esta situación se ve agravada en el caso del paciente que vive una
enfermedad discapacitante, ya que a todos estos condicionamientos se añade un estereotipo
cultural y social que empareja sexualidad a juventud, vigor y atractivo físico.
Casi cualquier enfermedad afecta los aspectos sustanciales de la relación sexual de la pareja,
repercutiendo en la definición misma de la relación emocional, el equilibrio de dependencia
mutua alcanzado antes de la enfermedad y la distribución de roles, introduciendo así un
desequilibrio importante. El impacto aparece modulado, básicamente, por el momento del
ciclo evolutivo de la pareja y la fase de la enfermedad.
Hay que tener en cuenta que en las fases avanzadas y finales no disminuye necesariamente el
interés sexual; por el contrario, puede acrecentarse la necesidad de contacto físico y de
reconocimiento, como ser humano sexualmente deseable, aun cuando sea totalmente
imposible la realización del coito; sin embargo, los cambios producidos por la enfermedad
pueden tener como consecuencia mayor la falta de excitabilidad y posterior pérdida global de
interés en el sexo, salvo en pacientes con episodios maníacos o daños cerebrales que pueden
provocar desinhibición/exacerbación de la conducta sexual.
¿Por qué sigue siendo tabú la sexualidad de las personas con discapacidad?
Porque ha sido un tema poco tratado, silenciado, invisibilizado y patologizado. Sin embargo,
comienza a tratarse más y a generarse una mayor reflexión en torno a ello, sobre todo, por
parte de profesionales que trabajan con personas con discapacidad o incluso las propias
personas con discapacidad y sus familias.
Hace poco se me quedó grabada una frase que dijo una ponente en un Congreso sobre la
Inclusión de las Personas con Discapacidad, que decía “por qué a mí se me ha negado el recibir
una educación afectivo-sexual si mi cuerpo también siente, si siento placer, tengo deseos”.
Si es cierto que continúa habiendo una mirada prejuiciosa desde una parte de la sociedad que
no conoce de cerca la realidad de estas personas. Toda la sociedad debe estar preparada para
aceptar la dimensión sexual de las personas con discapacidad posibilitando una mejora de la
calidad de vida de estas personas.
¿Cuáles son los mitos más extendidos de la sexualidad en la discapacidad?
Considerar a las personas con discapacidad como personas asexuadas. Si son personas que no
tienen sexualidad, para qué les vamos a ofrecer educación afectivo-sexual.
También la idea de que si se les ofrece una educación afectivo-sexual se va a despertar su
sexualidad inocente y dormida y va a desembocar en algo salvaje y descontrolado. Cuando
está claro que no es así, no hay nada que indique que sus comportamientos sexuales sean
más excesivos.
De hecho es la falta de educación afectivo-sexual la que provoca que puedan tener conductas
desajustadas, y esto podría darse tanto en personas con discapacidad como en personas sin
discapacidad si no se recibe una buena educación desde que somos pequeños y pequeñas.
Asimismo, confundir sexualidad con relaciones sexuales, o relaciones sexuales con el coito y
considerar el coito la conducta sexual más importante, excluye a personas con discapacidad. El
contacto íntimo no se reduce a esto. Todos los sentidos: el tacto, el gusto, el oído y el olfato
pueden ser fuente de erotismo y de experiencias gratificantes.
¿Cómo han sido construidos esos mitos?
Al final y al cabo todos formamos parte de una cultura con sus estigmas e ideas preconcebidas.
Por ello, lo importante es invitar a la reflexión para promulgar los estereotipos y para romper
con ellos. Está en nuestro papel, en el de todos, dar una nueva visión de la sexualidad en las
personas con discapacidad.
¿Qué se consigue al desmontar y superar esos mitos?
Reconocer a las personas con discapacidad como personas sexuadas y cumplir con los
derechos sexuales y reproductivos (derecho a la propiedad de su cuerpo, derecho a tener
privacidad e intimidad, derecho a recibir información y ayuda en el campo de la sexualidad,
derecho a explorar su cuerpo y descubrir sus posibilidades de placer sexual).
También, verlas como personas que pueden sentir atracción y que pueden atraer, que tienen
capacidad de amar, de expresar cariño, de compartir sensaciones corporales, de enamorar, de
seducir.
Se les da su derecho a recibir una educación afectivo-sexual sana y satisfactoria y a ser las
protagonistas de sus vidas. De igual modo, si se atiende, se educa y se presta apoyos a su
sexualidad, van a poder expresar situaciones de abuso.
¿Cuál es el camino que se ha de seguir para trabajar la sexualidad en las personas con
discapacidad?
Hay que continuar por el camino en el que ya nos encontramos, que este tema esté cada vez
más presente en las agendas de muchas de las asociaciones que acompañan a personas con
discapacidad.
Igualmente, debe persistir la visibilización, dando voz a personas con discapacidad que tienen
necesidades afectivas y sexuales, así como el asociacionismo: crear desde diferentes ámbitos y
profesiones, aportar nuestra visión y crear un camino en el que sea sencillo acompañar a estas
personas en áreas complejas como la sexualidad.
Se trata de ir en el mismo sentido que con el resto de sexualidades pero con más
acompañamiento, apoyo y empeño. Evitando el silencio y la sobreprotección y propiciando
espacios y tiempos de intimidad y espacios para las relaciones personales.
Del mismo modo, como debería ser también en las personas sin discapacidad y, sin embargo,
no se da en muchas escuelas, se debe iniciar la formación sexual desde una edad temprana,
ofreciendo información en torno a las experiencias que vamos viviendo cotidianamente
relacionadas con la sexualidad.
Así se estarán sentando las bases sobre las que construir con posterioridad, conceptos sobre
sexualidad más avanzados.
Partiendo de estas primeras enseñanzas se irán adquiriendo los recursos y herramientas que
necesitan para tener la mayor autonomía posible que permita su grado de discapacidad, para
vivir su sexualidad de manera saludable en el entorno en que vive.
Porque, como hace hincapié la especialista, “no podemos afirmar que somos una sociedad
inclusiva si negamos una parte de la identidad de algunas personas que forman parte de la
misma“.
La sexualidad y la discapacidad se han convertido en tema central de obras audiovisuales para
romper con tabúes.
Es el caso de Y yo, ¿por qué no?, un documental que trata sobre los diversos aspectos de la
sexualidad y afectividad de las personas con discapacidad intelectual, o Yes, we fuck, otro
título sobre la sexualidad en personas con discapacidad a través de seis historias de vida.